lunes, 15 de septiembre de 2014

Tu proceso, mi proceso

En su clásico Essential Systems Analysis, Stephen McMenamin y John F. Palmer dan cuenta de las complicaciones que habitualmente aparecen al trasladar al ambiente de implementación la esencia de un sistema -es decir, lo que éste debe hacer, independientemente de cómo lo haga. La tecnología no es perfecta ni tampoco de capacidad ilimitada, con lo cual los datos y la funcionalidad esenciales deberán, forzosamente, ser fragmentados y distribuidos entre los distintos procesadores y dispositivos que forman parte de la infraestructura. Para que todo esto funcione armoniosamente, aparecen en escena lo que los autores llaman actividades no esenciales: piezas de software que deben resolver temas tales como la coordinación de procesos, la conciliación de datos en diversas plataformas, las comunicaciones, etc.

Si bien lo planteado por McMenamin y Palmer está orientado a los sistemas de información basados en software, claramente se puede hacer el esfuerzo de ampliarlo para incluir a los procesos de negocio. Si pensamos un poco en nuestra experiencia, seguramente nos encontraremos con incontables ejemplos de procesos en donde actividades manuales se entrecruzan, no  siempre en forma eficiente, con aplicaciones que automatizan una parte del trabajo y dejan cabos sueltos que alguien debe tratar de resolver más tarde. O situaciones en donde la información se debe duplicar en distintas plataformas, lo que genera problemas de consistencia  y difíciles conciliaciones de datos.

Pero hay algo adicional que deberíamos considerar, además de los condicionamientos tecnológicos: la política de las organizaciones. No me refiero aquí a las reglas que estipulan qué se debe hacer ante determinadas situaciones, sino al juego político entre los diferentes actores que se disputan territorios y espacios de poder, algo común, entendible y habitual en cualquier grupo humano.

La política claramente condiciona cómo se implementan los procesos de negocio. Pensemos, simplemente, en las disputas interdepartamentales que afloran cuando un cliente tiene algún problema con su producto recientemente adquirido: ¿quién no ha deambulado, como usuario, entre diversos responsables para tratar de que le resuelvan algún desperfecto? Siempre hay rispideces entre diferentes grupos funcionales que, por definición, tienen una perspectiva limitada: la culpa siempre es de ventas, de ingeniería, de márketing...Siempre es el otro quien debe resolver el problema.

Como puntualiza Steven Romero, autor de Eliminating “Us and Then”: Using IT Governance, Process, and Behavioral Management to Make IT and the Business “One”, es algo prácticamente natural que este comportamiento se manifieste debido al diseño funcional común en la mayoría de las organizaciones. Para salir de la trampa, Romero propone un cambio de paradigma para transformar a la empresa en una organización centrada en procesos y no alrededor de silos funcionales. Tarea nada fácil, por supuesto.

Pero a pesar de las buenas intenciones, hay algunos casos en donde deliberadamente se levantan barreras para defender territorios en disputa: Mi proceso termina en donde empieza tu proceso. Mi territorio termina donde empieza el tuyo. Cada área o grupo define sus propios procesos, sin considerar demasiado las necesidades del resto de la organización. El resultado es previsible: un excesivo número de handoffs entre los actores, acuerdos de nivel de servicio completamente artificiales, interminables discusiones  acerca del alcance de las responsabilidades de cada uno, etc.

Las organizaciones de tecnología informática no son la excepción, sobre todo cuando son grandes y complejas. La tendencia a “cuidarse las espaldas” de los responsables de las diversas áreas de TI generan situaciones menos que óptimas: proyectos sin dueños claros; múltiples mini-proyectos discoordinados para resolver la misma necesidad de negocio, uno por cada silo funcional involucrado y con sus propios procesos; incidentes que no se resuelven en tiempo y forma; servicios que no se prestan adecuadamente, etc. Por supuesto que los resultados son obvios:  los costos superan los presupuestos y el negocio está eternamente disconforme con el desempeño del área de IT.

Conceptualmente, la solución es sencilla. Hay que conseguir que la gente de TI realmente trabaje en equipo, que los procesos sean transversales a la organización y que haya líderes con responsabilidades claras que se pongan al hombro los proyectos y los servicios. Nada fácil de llevar a la práctica.

Ya sabemos que ninguna transformación se consigue si no se incluye en la ecuación a la dimensión humana. Las organizaciones no cambian porque cambiemos los organigramas o los procesos: cambian si el comportamiento de la gente es distinto. Si no contemplamos ese aspecto, caeremos en un ciclo interminable en donde se hacen algunos cambios con cierto éxito que al poco tiempo se abandonan por la sencilla razón de que los viejos hábitos siguen estando allí, bien presentes e implacables.

Romero propone en Eliminating… que para que este tipo de transformaciones tengan éxito deben estar acompañadas por el efectivo empowerment de los empleados (pero en serio, no como eslogan) y por un plan de desempeño que incluya, además de los consabidos objetivos anuales, objetivos alineados con el comportamiento que se desea alcanzar.

¿Cómo establecer este tipo de objetivos? No es fácil, pero al menos sabemos que el camino para hacerlo no es la habitual imposición de metas anuales que realizan los gerentes: lo ideal es establecer un diálogo con los empleados, ya que su involucramiento es crucial para conseguir que se materialicen los cambios deseados. En Primal Leadership, Goleman, Boyatzis y McKee aseguran que la esencia del desarrollo personal pasa por el aprendizaje autodirigido: cuando uno entiende la brecha existente entre su yo ideal y su yo real se siente naturalmente motivado para cambiar hábitos y mejorar su desempeño.

¿Es esto suficiente? Claramente no, pero es un primer paso. Estimular el auténtico trabajo en equipo permitirá generar un ambiente de trabajo en donde las discusiones territoriales serán mínimas; los procesos, eficientes y transversales; y los líderes, efectivos.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Un poco de pomodoro

En los últimos meses me he convertido en un devoto de Pomodoro, una técnica de administración del tiempo muy sencilla que consiste en dividir el trabajo a realizar en ciclos de 25 minutos de duración (durante los que no debe haber interrupciones de ningún tipo: e-mail, teléfonos, etc.) seguidos de otros cinco minutos de descanso. La clave consiste en preparar una lista de las tareas que se quieren realizar durante el día, establecer sus prioridades, estimar la cantidad de pomodoros necesarios (25 + 5 minutos) para completar cada una de ellas y ejecutarlas midiendo cuidadosamente el tiempo con un cronómetro o un reloj. Cada vez que se cumpla un periodo de 25 minutos, debemos interrumpir la tarea y tomarnos un breve descanso; después de cuatro pomodoros podremos hacer una pausa más larga, de entre 15 y 30 minutos. Si durante una sesión de 25 minutos nos viniera a la mente la necesidad de enviar un e-mail, llamar por teléfono o hacer cualquier otro tipo de actividad, la registraremos en una lista de tareas pendientes cuya atención deberemos postergar para otro momento (usando este mismo esquema, por supuesto)

Si bien no es necesario emplear ninguna tecnología sofisticada (en principio, alcanzaría con papel, lápiz y un timer como los que se usan en la cocina), con el correr de los años han ido apareciendo en el mercado diversas aplicaciones que implementan algunos o todos los aspectos de esta técnica. Tuve oportunidad de probar algunas de ellas (con las que no tengo ningún tipo de vínculo comercial o personal), y hasta el momento la que más me ha gustado es TeamViz. Hay una versión lite que permite armar listas de tareas, estimar la cantidad de pomodoros y, por supuesto, activarlas y medir el tiempo transcurrido (incluyendo el correspondiente timbre de rigor para que interrumpamos la tarea o el recreo). Incluye, además, algunos reportes básicos para entender un poco más cuál es nuestra performance, qué tan buenos somos estimando, etc. Por supuesto, una breve búsqueda en la web nos permitirá descubrir muchas otras herramientas similares, desde simples cronómetros con alarma hasta las más sofisiticadas que combinan esta técnica con la gestión de proyectos y el llenado de timesheets.

Resumiendo: si al final del día sienten que perdieron el foco e hicieron la mitad de lo que tenían pensado, probablemente Pomodoro sea lo que están necesitando.

Y antes de que me lo pregunten, se los digo yo: sí, usé Pomodoro para escribir esto.

martes, 5 de febrero de 2013

CMU crea el CMMI Institute

La Carnegie Mellon University, cuna del SEI (Software Engineering Institute), anunció el mes pasado la creación del CMMI Institute (www.cmmiinstitute.org).

Esta nueva organización, controlada por Carnegie Innovations, la empresa de la universidad dedicada a la comercialización de innovaciones con base tecnológica, tendrá a su cargo la prestación de todos los servicios relacionados con CMMI (Capability Maturity Model Integration): entrenamiento, certificaciones, evaluaciones, etc. También será responsable del desarrollo de nuevas versiones del modelo.

De esta manera, el SEI se desprende oficialmente de CMMI.

Una movida interesante, que creo ha sorprendido a más de uno.

El anuncio del SEI puede leerse aquí.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Esperando resultados diferentes haciendo lo mismo

-¿Cómo les fue con la encuesta? ¿Pudieron acceder al link?

-Sí, anduvo bien. Pero hubo mucho “ruido”.

-¿Por qué?

-El instructivo estaba en inglés.

-(Breve pausa) Bueno, por lo menos había un instructivo…

-La encuesta también estaba en inglés.

-(Breve pausa) Bueno, qué le vamos a hacer. La empresa es global y el inglés es la lingua franca del mundo de los negocios…

-Sí, es cierto. Pero tengo gente complicada en mi grupo. Arrancan diciéndote que no saben inglés, que cuando ingresaron a la empresa nadie les dijo que tenían que manejar otro idioma, y terminan con que los sueldos son bajos.

-(Breve pausa) Bueno, la compañía se vendió a un grupo extranjero hace más de 10 años…

-Sí, pero muchos todavía creen que están en esa época…

-La mayoría de la gente de tu grupo es de antes de esa época…Y te aseguro que los comentarios en ese tiempo eran más o menos los mismos.

-(Suspiro de resignación) Es complicado ser jefe…

-Sí, seguro. Pero también es complicado estar en los zapatos de esa gente.  

-¿Qué querés decir?

-Que debe ser difícil estar quejándose todo el tiempo desde hace décadas y no querer o no poder hacer nada al respecto.

-Sí, no debe ser fácil. Pero a la compañía también le conviene. Tiene empleados que se quejan de los sueldos, del café, de las oficinas y de otras cosas y que, sin embargo, prefieren quedarse y no ir a trabajar a otro lado.

-Son las leyes del mercado…Buenas o malas, son así.

-(Breva pausa)  Lo que pasa es que para muchos es la postura más fácil. No tomo ninguna decisión y delego todo a los demás. Es un círculo vicioso: estoy mal, lo que me pasa no es mi responsabilidad, no hago nada para cambiar, estoy mal, etc.

-Cambiar cuesta…

-¡Por supuesto! El problema es cuando te quejás y no hacés nada. Un poco de catarsis está bien, pero en algún momento hay que cortarla y empezar a hacer algo. Aunque sea para preservar la salud mental…

-Sí, totalmente de acuerdo. Hay algunas variables que uno puede controlar y otras que no. Quejarse durante quince años de no saber nada de inglés básico y no hacer nada al respecto es un buen ejemplo de no hacerse cargo. La carrera depende de uno, no de los demás.  

-(Breve pausa y sonrisa) Me recordás un dicho…”No son lo mismo 10 años de experiencia que un año repetido 10 veces”