miércoles, 19 de agosto de 2009

Lo más importante es saber cambiar...

En un post anterior comentaba lo cansado que estaba de escuchar hablar del movimiento ágil. Cuidado, no es que esté en contra o no me guste, todo lo contrario. Lo que ocurre es que llega un momento en que la misma etiqueta se usa para todo y entonces pierde un poco de sentido (los últimos quince años están repletos de ejemplos: reingeniería, gestión del conocimiento, orientación a objetos, componentización, etc., etc.)

Personalmente, creo que SCRUM y FDD son lo mejor que ha surgido en los últimos años. Su visión de cómo organizar el trabajo es una verdadera bocanada de aire fresco en medio de tanta obsesión por el control (ver post acerca de Tom DeMarco).

Sin embargo, implementarlas no es tarea fácil. Si bien casi todas resultan "simpáticas", conseguir que se adopten masivamente es todo un desafío.

Caminando un poco el mercado, lo que se puede observar es la marcada incapacidad de muchas organizaciones de poner en marcha cualquier tipo de práctica que altere el status-quo.

Esa tendencia a mantener viejas costumbres está en la misma naturaleza del ser humano. Nuestro cerebro consume menos energía cuando dirige automáticamente actividades rutinarias. En cambio, cuando aprendemos algo nuevo usamos la corteza prefrontal, una zona que devora recursos.

El cerebro intentará usar lo menos posible la corteza prefrontal para ahorrar energía. Esa es la razón por la cual nos cuesta abandonar hábitos arraigados: Cambiar produce una respuesta fisiológica en el cerebro.

El cambio también está condicionado por las variables sociales. Los grupos se mueven cuando hay una masa crítica que apoya el cambio. Una minoría jamás lo conseguirá.

Por lo tanto, ya se trate de un nuevo sistema, de una metodología ágil o de un nuevo entorno de desarrollo, es fundamental saber cómo implementar el cambio efectivamente.

Lamentablemente, a lo largo de los años me ha tocado ser testigo de cómo muchos programas de mejora han quedado solamente en promesas por no saber cómo encarar la necesaria transformación.

Aprender a cambiar es vital para la supervivencia de cualquier organización. Sin esa habilidad, poco éxito tendremos en la implementación de nuevas prácticas y procesos.